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viernes, 19 de agosto de 2011

ANDRÉS BELLO


CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO

EL NEOCLASICISMO

El Neoclasicismo fue un movimiento artístico surgido en Europa durante los inicios del siglo XVIII y su característica principal consistió en el intento de aplicar al arte las reglas y preceptos del clasicismo grecolatino y renacentista. El siglo XVIII fue un período considerado mediocre para las letras hispánicas, desde el punto de vista estético, aunque fue culturalmente rico por la concurrencia de distintas corrientes del pensamiento. La llegada de Felipe V de Borbón a España favoreció la influencia europeizante que daría origen al neoclasicismo; por su parte, el exceso de reglas impidió el desarrollo de un arte literario de mayor sensibilidad y belleza, pero favoreció el auge de obras críticas, filosóficas y lingüísticas. En otras palabras, el Neoclasicismo significó una vuelta a los contenidos grecorromanos, otro regreso más a las formas clásicas por excelencia: se busca nuevamente el equilibrio y la armonía entre los diferentes elementos. Europeos y norteamericanos- recién independizados- vuelven sus ojos hacia la usanza grecorromana y tratan de llevar a su vida formas, actitudes y hasta modos de vida propios de aquellas épocas clásicas. El período de apogeo del Neoclasicismo coincide con la segunda mitad del siglo XVIII y el primer cuarto del siglo XIX. El Neoclasicismo en sí es un estilo muerto. Tornó lo clásico de Grecia y Roma y dio cabida a las demás manifestaciones culturales o artísticas. Su imitación de los griegos y romanos se quedó fría, desposeída de contenido sincero, apegada al rigor científico, y desposeída de un espíritu que valorara todo aquel mundo de formas.

La principal característica del Neoclasicismo es la belleza fría y sin alma o espíritu. Abundan las formas cargadas de doctrina y estética, aunque frías y muertas. El Neoclasicismo no emprendió el mismo perfeccionamiento renacentista: a las formas paganas impuso su propio espíritu vivificador. La arquitectura Neoclásica se limita a imitar los modelos griegos. Copia fachadas con frontones griegos, emplea el dórico y el jónico e incluso prefiere el mármol blanco. Esta imitación se prolongará durante cien años poblando las ciudades con esta rígida imagen. De los romanos toma las espaciosas cúpulas y las bóvedas. Nacido en Italia, este nuevo estilo Clasicista se arraigó aún mejor en Francia, debido a que Francia sucede a Italia como centro artístico de los movimientos plásticos del siglo XVIII. Por otro lado, la escultura logró imitaciones perfectas de la griega y romana, pero también faltas de espíritu. A pesar de ello algunos escultores lograron infundir cierta gracia sentimental a las figuras y cierta forma mórbida más propia del período helenístico que los acercaba algo al realismo.

Se practicó el retrato: se hicieron retratos al desnudo a la manera grecorromana, caracterizándose éstos por los torsos planos y los ojos carentes de pupilas, con el fin de parecerse más a los griegos. La frialdad expresiva se hace patente en la cara de los personajes, y los músculos se acentúan de una manera arcaica. En la pintura resalta el carácter escultórico: se juega con volúmenes y estructuras, y se imprime cierto aire de heroísmo dentro de las formas frías. Se impone la línea sobre el color, por lo que acrecienta sus cualidades plásticas pero decrecen las pictóricas. Se imponen los temas de carácter clásico, histórico y mitológico, empleándose también temas con influencia de la Edad Media. En los temas históricos predominan elementos romanos, griegos y egipcios. Los gestos son heroicos, con predominio de un ambiente patético. Las composiciones son simples, con un escenario de poca profundidad y agrupación de figuras paralelas al fondo.

En el aspecto literario, tiene las siguientes características:

• Sujeción a reglas o preceptos.
• Privilegio de la razón sobre el sentimiento.
• Finalidad moral o didáctica.
Dentro del movimiento neoclásico merece destacarse la comedia El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín; en poesía las fábulas de Félix María Samaniego (Las moscas golosas) y Tomás Iriarte (El burro flautista), que tienen un carácter abiertamente moralizador y crítico. La poesía neoclásica se distinguió principalmente por su lírica de contenido ligero, con temas sobre el amor, mitología, asuntos bíblicos, civiles y progresistas. También por el renacimiento de la fábula, el epigrama y otras composiciones festivas y moralizantes, introducción del paisaje y de personajes locales, incluyendo la flora y la fauna. Auge de la poesía patriota, en forma de odas e himnos heroicos, sobre hechos de las guerras de la independencia.


EL ROMANTICISMO

Este movimiento fue un fenómeno cultural dominante de la primera mitad del siglo XIX, aunque en España triunfó alrededor de 1850 y en América más tardíamente. Si se quiere tomar en cuenta los antecedentes históricos, hay que ir hasta los últimos años del siglo XVIII, que corresponden al período histórico de la restauración, en oposición a la gran revolución europea. Los pueblos comienzan a consolidar la idea de nación, en tanto que la nueva organización económica que nace de la llamada revolución industrial, da origen al proletariado. Las clases más pobres quedaron desprotegidas, lo que favoreció un clima revolucionario; por eso, las ideas del liberalismo francés se extendieron pronto por toda Europa y consolidaron el movimiento romántico. Las características principales del romanticismo son:

• El culto al yo.
• El ansia de libertad.
• La angustia metafísica.
• El predominio del sentimiento sobre la razón.

Entre los representantes más conocidos del romanticismo se encuentran Víctor Hugo, francés (Los miserables; Nuestra Señora de París, obra conocida por el filme El jorobado de Notre Dame); Alejandro Dumas (Los tres mosqueteros; El conde de Montecristo); Gustavo Adolfo Bécquer (Rimas; Leyendas), etc. En Hispanoamérica, el romanticismo aparece entre 1845 y 1889, íntimamente ligado al costumbrismo. Entre sus representantes se encuentran Alberto Blest Gana (chileno) con su obra Martín Rivas; Jorge Isaacs (colombiano) y su novela María, etc.

ANDRÉS BELLO

Andrés Bello ha sido uno de los humanistas e intelectuales más importantes de Venezuela y América Latina; se destacó como poeta, legislador, filósofo, educador, crítico y filólogo. El tiempo de Bello puede ser dividido en tres partes, Caracas en la época de la Colonia (1781-1810); Guerra de Independencia de Venezuela y su viaje a Inglaterra (1810-1829); gobierno y fijación de las nacionalidades hispanoamericanas (Chile, 1829-1865).

 ETAPA DE CARACAS: Sus padres fueron Bartolomé Bello y Ana Antonia López y desde niño mostró una gran pasión por la lectura, particularmente por los clásicos del Siglo de Oro español. En el convento de las Mercedes, aprendió el latín de la mano del padre Cristóbal de Quesada. A partir de 1797, estudia en la Real y Pontificia Universidad de Caracas, donde se gradúa de bachiller en Artes, el 14 de junio de 1800. En enero de 1801 conoce a Alejandro Humboldt, a quien acompaña en la ascensión del monte Ávila. Por este tiempo comienza la carrera de derecho y luego la de medicina. Durante sus estudios dio clases particulares, entre otros a Simón Bolívar; y comenzó a manifestarse como literato, principalmente en las tertulias realizadas en la casa de los Uztáriz. Los versos de Bello (traducidos del latín, francés, adaptaciones de poemas clásicos, junto a poesías originales), le hizo merecedor de un título específico: “El Cisne del Anauco”. En 1802 es nombrado oficial segundo de la secretaría de la capitanía general de Venezuela, en cuyo cargo tuvo un desempeño que le hizo merecedor del puesto de comisario de guerra, otorgado en 1807, año en que además es nombrado secretario civil (en lo político) de la Junta de la Vacuna. En 1808, con la introducción de la imprenta de Mateo Gallagher y James Lamb, Bello se convierte en el redactor de la Gaceta de Caracas. En 1810 es ascendido por la Junta de Caracas, a oficial primero de la Secretaría de Relaciones Exteriores.

ETAPA DE LONDRES. El 10 de junio del mismo año, en la corbeta inglesa General Wellington, parte de Venezuela hacia Londres acompañando a Simón Bolívar y a Luis López Méndez, en la misión diplomática nombrada por la Junta de Gobierno de Caracas para conseguir el apoyo financiero del gobierno británico a la Guerra de Independencia de Venezuela. En Londres estuvo hasta 1829, con grandes períodos de penuria y dificultades económicas. Los más importantes acontecimientos de su vida en la capital británica, desde 1810 hasta 1829, son los siguientes: encuentro con Francisco de Miranda, quien le permite el uso de la biblioteca, en Grafton Street, que fue una auténtica revelación cultural para Bello, en los libros de Miranda estudia griego; desempeña con acierto la Secretaría de la Misión Diplomática; en 1813, solicita ser incluido en el proceso de amnistía que había acordado España con los patriotas americanos; en 1814 se casa con María Ana Boyland de la que enviuda en 1821, de este matrimonio nacieron 3 hijos; en 1815 solicita un puesto al gobierno de Cundinamarca, pero su petición no llega a concretarse, ya que las tropas de Pablo Morillo interceptan el mensaje.

En 1822, es nombrado secretario interino de la Legación de Chile en Londres a cargo de Antonio José de Irisarri; participa en la fundación de la Sociedad de Americanos, que promovió la publicación de 2 grandes revistas: la Biblioteca Americana (1823) y El repertorio Americano (1826-1827), en la que participó activamente. En 1824, contrae nupcias de nuevo con Isabel Antonio Dunn de cuyo matrimonio nacerán 12 hijos; en 1825 se encarga de la Secretaría de la Legación de la Gran Colombia, en cuyas funciones llegó en 1827, por unos meses, a encargado de negocios. En 1826 es elegido miembro de número de la Academia Nacional creada en Bogotá, a fines de ese año. En 1828 es nombrado cónsul general de Colombia en París. En términos generales, durante los 19 años de vida londinense de Andrés Bello, además de llevar a cabo con éxito los asuntos políticos, diplomáticos y hacendísticos americanos a él confiados; completa sus conocimientos lingüísticos, filológicos y de historia literaria; se prepara en experiencias diplomáticas y en estudios de derecho internacional; se dedica a la enseñanza privada; dirige publicaciones; llena páginas con escritos de carácter enciclopédico; crea sus más importantes poemas originales y elabora estudios de crítica y de historia literaria y filológica. Entre sus principales poemas escritos durante este período figuran la silva “Alocución a la poesía”, que imprime en 1823, y la silva “La agricultura de la zona tórrida”, del año 1826. Otros poemas menores producidos por Bello en este lapso son: “El himno a Colombia” (1825); “Carta de Londres a París por un americano a otro” (dirigida a José Joaquín Olmedo); y “Canción a la disolución de Colombia” (1829).

ETAPA DE CHILE. El 14 de febrero de 1829 parte de Londres, llegan a Valparaíso el 25 de junio del mismo año, a bordo del bergantín inglés Grecian y permanecerá en Chile hasta su muerte. Reside durante la casi la totalidad de los 36 años en Santiago, salvo cortos períodos de tiempo que pasa en Valparaíso y en la hacienda de los Carrera, en San Miguel del Monte. Los hechos más importantes de la vida de Bello en Chile son los siguientes: en 1829, es nombrado oficial mayor del Ministerio de Hacienda; en 1830, se le designa Rector del colegio de Santiago; el mismo año se inicia la publicación de El Araucano, del que fue principal redactor hasta 1853; en 1831, comienza su actividad como maestro particular; en 1832, publica la primera edición de los Principios de derecho de gentes, transformado luego en Principios de derecho internacional; el 15 de octubre del mismo año, el Congreso de Chile, lo declara chileno legal, con la plenitud de derechos del ciudadano chileno; en 1834, pasa a desempeñar hasta 1852, la Oficialía Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores; en 1835, publica los Principios de ortología y métrica; en 1837, es elegido senador de la República, cargo que desempeña hasta su muerte; en 1840, empieza los trabajos que culminarán en el Código Civil; en 1841 publica la obra Análisis ideológica de los tiempos de la conjugación castellana y el poema "El incendio de la Compañía", que se estima como la primera manifestación del romanticismo en Chile; en 1842, se decreta la fundación de la Universidad de Chile, cuya inauguración en 1843 es el acto más trascendental en la vida del maestro Bello, quien ejerce de manera honorífica el rectorado; en abril de 1847, publica la primera edición de la Gramática castellana destinada al uso de los americanos; en 1848; publica la Cosmografía o descripción del universo; en 1850, su Historia de la literatura; en 1851, es designado miembro honorario de la Real Academia Española y en 1861, miembro efectivo; en 1852, termina la preparación del Código Civil, que es aprobado por el Congreso Chileno en 1855; en 1864 es elegido como árbitro para dirimir una diferencia internacional entre Ecuador y Estados Unidos; en 1865, se le escoge para ser árbitro de la controversia entre Perú y Colombia, encargo que rechaza por motivos de salud. En definitiva, en la amplia labor desarrollada por Bello a lo largo de su vida, se puede apreciar un intento por definir la civilización hispanoamericana, a través de los medios que tiene a su alcance: el libro, las lecciones, el teatro, el periódico, etc. Por esta razón, para muchos estudiosos de su vida y obra, Andrés Bello puede ser considerado como el primer humanista del continente

LAS SILVAS DE ANDRES BELLO

Andrés Bello escribió sus dos silvas: “Alocución a la Poesía” y “Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida”, fragmentos de un extenso poema titulado América concebido por Andrés Bello para condensar en los temas todo cuanto había aprendido de sus vivencias y sus lecturas. Además había de ser un compendio magistral de todos aquellos principios estéticos que él había hecho suyos.

Lo que se conoce como el poema América puede dividirse en tres partes:

1. La primera se refiere a la diversa calidad de las tierras cultivables, a su situación y clima; a las plantas que le convienen a determinados suelos y altitudes; a la necesidad de abonar la tierra y de regarla; al modo de talar y de quemar. Son consejos al estilo de las Geórgicas de Virgilio.

2. La segunda sección contiene temas que fueron luego refundidos en las Silvas americanas. Bello invoca a la Poesía y la invita para que abandone el servilismo cortesano europeo y adopte por rústica morada al mundo americano que habrá de brindarle nuevos motivos de inspiración. Su imponente y variado paisaje, los mitos precolombinos, las jóvenes ciudades, los triunfos y reveses de los patriotas, los cataclismos naturales y las riquezas de los suelos tropicales. Una expresa y conmovedora nostalgia por Venezuela y el contraste entre la vida del campo y el de la ciudad.

3. La tercera parte ingresó por completo en la Alocución a la Poesía. Los temas tratados allí se refieren a las hazañas, triunfos y derrotas de las patriotas hispanoamericanos en su empeño por conquistar la soberanía de sus naciones.
Por diversas razones no pudo concluir esta colosal empresa poética. Se contentó con desglosar dos secciones y publicarlas con el título de Silvas Americanas.


ALOCUCIÓN A LA POESÍA (1823)

Este poema fue publicado en la revista Biblioteca Americana y formaba parte del gran poema América. Está formado por 384, versos heptasílabos y endecasílabos y su estructura es bastante desigual. Hasta el verso 207, Bello desarrolla su invitación a la poesía para que cante a la Naturaleza americana; en este sentido, su visión es universal, porque se pasea por los lugares más significativos del Continente americano. A partir del verso 207, hace un recuento de personajes y hechos importantes en la Guerra de Independencia. A lo descriptivo de la naturaleza intercala los episodios históricos de la revolución y de épocas anteriores para evitar la monotonía del poema. En el poema, Bello desarrolla la primera proclama americanista (versos del 1 al 10). Ya Europa está vieja, seca, cansada, ya no tiene nada nuevo que merezca un canto poético; en cambio, América es joven y desconocida, propicia para la poesía. Europa se encuentra sumida en la confusión y el desastre que sucedieron los imperios napoleónicos, frente al futuro republicano, lleno de cultura que se abre para las recién emancipadas naciones americanas (versos 33-44).

Este poema tiene una importancia vital, pues en él aparece por primera vez enunciado, desde la conciencia americanista, uno de los rasgos fundamentales que pueden servir para definir y diferenciar a la literatura hispanoamericana de otras literaturas: el hecho de que cualquiera de las variantes ideológicas estéticas que los escritores hispanoamericanos toman de Europa se rellenan inmediatamente con los contenidos concretos, con la realidad concreta, con la vida en Hispanoamérica. (Versos 63 a 81) El perfecto conocimiento de la tradición clásica y el de la realidad americana hacen que Andrés Bello asocie sustantivos y adjetivos a objetos del reino vegetal, totalmente desconocidos en Europa. (Versos 195-200) La naturaleza americana, según Bello, es más rica, más fecunda, distinta a la del Viejo Continente, con lo que sienta las bases que va a autorizar, fundamentar el nacionalismo americano en el paisaje y en la naturaleza; pero no sólo una naturaleza distinta a la europea, sino más viva.

La segunda parte, a partir del verso 207, exalta a los héroes americanos y las naciones, en su lucha por la libertad (versos 270-280). También recuerda a sus amigos que dieron la vida por la libertad. (Versos 621 - 644).


ALOCUCIÓN A LA POESÍA

Divina Poesía
tú de la soledad habitadora,
a consultar tus cantos enseñada
con el silencio de la selva umbría
tú a quien la verde gruta fue morada,
y el eco de los montes compañía;
tiempo es que dejes ya la culta Europa
que tu nativa rustiquez desama,
y dirijas el vuelo adonde te abre
el mundo de Colón su grande escena.
También propicio allí respeta el cielo
la siempre verde rama
con que el valor coronas;
también allí la florecida vega,
el bosque enmarañado, el sesgo río,
colores mil a tus pinceles brindan;
y Céfiro revuela entre las rosas;
y fúlgidas estrellas
tachonan la carroza de la noche;
y el rey del cielo entre cortinas bellas
de nacaradas nubes se levanta;
y la avecilla en no aprendidos tonos
con dulce pico endechas de amor canta.
¿Qué a ti, silvestre ninfa, con las pompas
de dorados alcázares reales?
¿A tributar también irás con ellos
en medio de la turba cortesana
el torpe incienso de servil lisonja?
No tal te vieron tus más bellos días,
cuando en la infancia de la gente humana,
maestra de los pueblos y de los reyes,
cantaste al mundo las primeras leyes.


No te detenga, oh diosa,
esta región de luz y de miseria
en donde tu ambiciosa
rival Filosofía
que la virtud a cálculo somete
de los mortales te ha usurpado el culto;
donde la coronada hidra amenaza
traer de nuevo al pensamiento esclavo
la antigua noche de barbarie y crimen;
donde la libertad, vano delirio,
fe la servilidad, grandeza el fasto,
la corrupción cultura se apellida.


Descuelga de la encina carcomida
tu dulce lira de oro, con que un tiempo
los prados y las flores, el susurro
de la floresta opaca, el apacible
murmurar del arroyo transparente,
las gracias atractivas
de Natura inocente
a los hombres cantaste embelesados;
y sobre el vasto Atlántico tendiendo
las vagorosas alas, a otro cielo,
a otro mundo, a otras gentes te encamina,
do viste aún su primitivo traje
la tierra, al hombre sometida apenas;
y las riquezas de los climas todos
América del Sol joven esposa,
del antiguo Océano hija postrera,
en su seno feraz cría y esmera.


¿Qué morada te aguarda? ¿qué alta cumbre,
qué prado ameno, qué repuesto bosque
harás tu domicilio? ¿en qué felice
playa estampada tu sandalia de oro
será primero? ¿dónde el claro río
que de Albión los héroes vio humillados,
los azules pendones reverbera
de Buenos Aires, y orgulloso arrastra
de cien potentes aguas los tributos
al atónito mar? ¿o dónde emboza
su doble cima el Ávila, entre nubes
y la ciudad renace de Losada.


¿O más te sonreirán, Musa, los valles
de Chile afortunado, que enriquecen
rubias cosechas y suaves frutos;
de la inocencia y el candor ingenuo
y la hospitalidad del mundo antiguo
con el valor y el patriotismo habitan?
¿O la ciudad que el águila posada
sobre el nopal mostró al azteca errante,
y el suelo de inexhaustas venas rico,
que casi hartaron la avarienta Europa?


Ya de la mar del Sur la bella reina,
a cuyas hijas dio la gracia en dote.
Naturaleza, habitación te brinda
bajo su blando cielo, que no turban
lluvias jamás, ni embravecidos vientos.
¿O la elevada Quito
harás tu albergue, que entre canas cumbres
sentada, oye bramar las tempestades
bajo sus pies, y etéreas auras bebe
a tu celeste inspiración propicias?


Mas oye do tronando se abre paso
entre murallas de peinada roca,
y envuelto en blanca nube de vapores,
de vacilantes iris matizada,
los valles va a buscar del Magdalena
con salto audaz el Bogotá espumoso.


Allí memorias de tempranos días
tu lira aguarda; cuando, en ocio dulce
y nativa inocencia venturosos,
sustento fácil dio a sus moradores,
primera prole de su fértil seno,
Cundinamarca: antes que el corvo arado
violase el suelo, ni extranjera nave
las apartadas costas visitara.


Aún no aguzado la ambición había
el hierro atroz; aún no degenerado
buscaba el hombre bajo oscuros techos
el albergue, que grutas y florestas
saludable le daban y seguro,
sin que señor la tierra conociese,
los campos valla, ni los pueblos muro.
La libertad sin leyes florecía,
Todo era paz, contento y alegría;
Cuando de dichas tantas envidiosa
Huitaca bella, de las aguas diosa,
hinchado el Bogotá, sumerge el valle.


(...)


Ve, pues, a celebrar las maravillas
del ecuador: canta el vistoso cielo
que de los astros todos los hermosos
coros alegran; donde a un tiempo el vasto
Dragón del norte su dorada espira
desvuelve en torno al luminar inmóvil
que el rumbo al marinero audaz señala,
y la paloma cándida de Arauco
en las australes ondas moja el ala.


Si tus colores los más ricos mueles
y tomas el mejor de tus pinceles,
podrás los climas retratar, que entero
el vigor guardan genital primero
con que la voz omnipotente, oída
del hondo caos, hinchó la tierra, apenas
sube su informe faz aparecida
y de verdura la cubrió y de vida.


(...)


En densa muchedumbre
ceibas, acacias, mirtos se entretejen
bejucos, vides, gramas;
las ramas a las ramas
pugnando por gozar de las felices
auras y de la luz, perpetua guerra
hacen, y a las raíces
angosto viene el seno de la tierra.


¡Oh quién contigo, amable Poesía,
del Cauca a las orillas me llevara,
y el blando aliento respirar me diera
de la siempre lozana primavera
que allí su reino estableció y su corte!


¡Oh si ya de ciudades enojosos
exento, por las márgenes amenas
del Aragua moviese
el tardo incierto paso;
o reclinado acaso
bajo una fresca palma en la llanura,
viese arder en la bóveda azulada
tus cuatro lumbres bellas,
oh Cruz del Sur, que las nocturnas horas
mides al caminante
por la espaciosa soledad errante;
o del cucuy las luminosas huellas
viese cortar el aire tenebroso,
y del lejano tambo a mis oídos
viniera el son del yaraví amoroso.


Tiempo vendrá cuando de ti inspirado
algún Marón americano ¡oh diosa!
también las mieses, los rebaños cante,
el rico suelo al hombre avasallado,
y las dádivas mil con que la zona
de Febo amada al labrador corona;
donde cándida miel llevan las cañas.
y animado carmín la tuna cría,
donde tremola el algodón su nieve,
y el ananás sazona su ambrosía;
de sus racimos la variada copia
rinde el palmar, de azucarados globos
el zapotillo, su manteca ofrece
la verde palta, da el añil su tinta,
bajo su dulce carga desfallece
el banano, el café el aroma acendra
de sus albos jazmines, y el cacao
cuaja en urnas de púrpura su almendra.


(...)


Mas ¡ah! ¿prefieres de la guerra impía
los horrores decir, y al son del parche
que los maternos pechos estremece,
pintar las huestes que furiosas corren
a destrucción, y el suelo hinchen de luto?
¡Oh si ofrecieses menos fértil tema
a bélicos cantares, patria mía!
¿Qué ciudad, qué campiña no ha inundado
la sangre de tus hijos y la ibera?
¿Qué páramo no dio en humanos miembros
pasto el cóndor? ¿Qué rústicos hogares
salvar su oscuridad pudo a las furias
de la civil discordia embravecida?.


Pero no en Roma obró prodigio
el amor de la patria, no en la austera
Esparta, no en Numancia generosa;
ni de la historia da página alguna,
Musa, más altos hechos a tu canto.
¿A qué provincia el premio de alabanza,
o a qué varón tributarás primero?

SILVA A LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA

Este poema consiste en una de las obras más conocidas entre las que publicó Andrés Bello. Su publicación fue en 1826 y también formaba parte del gran poema América. Consta de un total de 373 versos, distribuidos en siete cantos, dispuestos en forma de Silva. En su estructura, se pueden identificar siete grandes temas:
1. Apóstrofe a la zona tórrida
2. Elogio a la fertilidad de las tierras tropicales
3. Reclamo a la indolencia de los dueños de la tierra y crítica a la vida negativa que llevan en las ciudades
4. Elogio a la vida del campo
5. Deberes y faenas que los hispanoamericanos deben cumplir en el campo
6. Invocación a Dios para que proteja al agricultor y a sus cosechas
7. Apóstrofe a las jóvenes naciones hispanoamericanas

De acuerdo con la intención didáctica que se observa en el poema, y conforme a los dictados de la Retórica y la Poética neoclásicas, Bello planifica cuidadosamente el desarrollo de la silva. Comienza con un apóstrofe a la zona tórrida vista como una región privilegiada, en cuyos diversos climas y suelos pueden cultivarse todo tipo de frutos de la tierra. Hace una descripción de los diversos frutos y de la flora. Desde el comienzo del poema, se pone en evidencia el intento de Bello por llamar la atención de los hispanoamericanos acerca de las posibilidades que tenían para desarrollar una próspera y variada agricultura, para producir lo necesario para el consumo alimenticio. En el canto segundo, de un modo minucioso enumera aquellas riquezas naturales con las que podría crearse un emporio agrícola. Con respecto al tercero, aparece lo didáctico. La voz de Bello se torna severa para criticar a quienes, teniendo tierras fértiles, prefieren llevar una existencia nociva en las ciudades, entregados a toda clase de vicios. En este canto se notan dos rasgos neoclásicos: 1) El gusto del poeta neoclásico por la enseñanza, por la divulgación de un mensaje moral que permite “enseñar deleitando”, al estilo de Horacio. 2) Imitación de los poetas latinos: el amor al campo. En el canto cuarto, y conforme a los designios de su plan, Bello hace un elogio a la vida austera y sana del campesino. El tema se contrapone a la censura de la existencia ociosa y corrompida del habitante de la ciudad. Esto lo hace al estilo de las “Geórgicas” de Virgilio y el “Épodo II” de Horacio. En el canto cinco, Bello pide que se vuelva a las tierras de labranzas, con ánimo templado y bien dispuesto para el trabajo de reconstrucción material. Dibuja un panorama muy optimista de la riqueza agrícola que se deriva del trabajo. En el sexto, invoca la protección divina porque en su concepción religiosa, sólo Dios tiene poderes para impedir los desastres que arruinan la agricultura y para evitar la guerra civil. Este canto es rico en contenidos ideológicos relacionados con las contingencias históricas por las que atravesaban los pueblos hispanoamericanos en la lucha por su independencia. En el canto siete, hay un apóstrofe a las jóvenes naciones hispanoamericanas donde les señala el compromiso que han adquirido con su pasado heroico y se les insta a conquistar un futuro decoroso.

SILVA A LA AGRICULTURA DE LA ZONA TÓRRIDA

¡Salve, fecunda zona,
que al sol enamorado circunscribes
el vago curso, y cuanto ser se anima
en cada vario clima,
acariciada de su luz, concibes!


Tú tejes al verano su guirnalda
de granadas espigas; tú la uva
das a la hirviente cuba;
no de purpúrea fruta, o roja, o gualda,
a tus florestas bellas
falta matiz alguno; y bebe en ellas
aromas mil el viento;
y greyes van sin cuento
paciendo tu verdura, desde el llano
que tiene por lindero el horizonte,
hasta el erguido monte,
de inaccesible nieve siempre cano.


Tú das la caña hermosa,
de do la miel se acendra,
por quien desdeña el mundo los panales;
tú en urnas de coral cuajas la almendra
que en la espumante jícara rebosa;
bulle carmín viviente en tus nopales,
que afrenta fuera al múrice de Tiro;
y de tu añil la tinta generosa
émula es de la lumbre del zafiro.


El vino es tuyo, que la herida agave
para los hijos vierte
del Anahuac feliz; y la hoja es tuya,
que, cuando de süave
humo en espiras vagorosas huya,
solazará el fastidio al ocio inerte.
Tú vistes de jazmines
el arbusto sabeo ,
y el perfume le das, que en los festines
la fiebre insana templará a Lico.


Para tus hijos la procera palma
su vario feudo cría,
y el ananás sazona su ambrosía;
su blanco pan la yuca ;
sus rubias pomas la patata educa;
y el algodón despliega al aura leve
las rosas de oro y el vellón de nieve.


Tendida para ti la fresca parcha
en enramadas de verdor lozano,
cuelga de sus sarmientos trepadores
nectáreos globos y franjadas flores;
y para ti el maíz, jefe altanero
de la espigada tribu, hincha su grano;
y para ti el banano
desmaya al peso de su dulce carga;
el banano, primero
de cuantos concedió bellos presentes
Providencia a las gentes
del ecuador feliz con mano larga.
No ya de humanas artes obligado
el premio rinde opimo;
no es a la podadera, no al arado
deudor de su racimo;
escasa industria bástale, cual puede
hurtar a sus fatigas mano esclava;
crece veloz, y cuando exhausto acaba,
adulta prole en torno le sucede.
Mas ¡oh! ¡si cual no cede
el tuyo, fértil zona, a suelo alguno,
y como de natura esmero ha sido,
de tu indolente habitador lo fuera!
¡Oh! ¡si al falaz rüido,
la dicha al fin supiese verdadera
anteponer, que del umbral le llama
del labrador sencillo,
lejos del necio y vano
fasto, el mentido brillo,
el ocio pestilente ciudadano!


¿Por qué ilusión funesta
aquellos que fortuna hizo señores
de tan dichosa tierra y pingüe y varia,
el cuidado abandonan
y a la fe mercenaria
las patrias heredades,
y en el ciego tumulto se aprisionan
de míseras ciudades,
do la ambición proterva
sopla la llama de civiles bandos,
o al patriotismo la desidia enerva;
do el lujo las costumbres atosiga,
y combaten los vicios
la incauta edad en poderosa liga?


No allí con varoniles ejercicios
se endurece el mancebo a la fatiga;
mas la salud estraga en el abrazo
de pérfida hermosura,
que pone en almoneda los favores;
mas pasatiempo estima
prender aleve en casto seno el fuego
de ilícitos amores;
o embebecido le hallará la aurora
en mesa infame de ruinoso juego.
En tanto a la lisonja seductora
del asiduo amador fácil oído
da la consorte; crece
en la materna escuela
de la disipación y el galanteo
la tierna virgen, y al delito espuela
es antes el ejemplo que el deseo.
¿Y será que se formen de ese modo
los ánimos heroicos denodados
que fundan y sustentan los estados?
¿De la algazara del festín beodo,
o de los coros de liviana danza,
la dura juventud saldrá, modesta,
orgullo de la patria, y esperanza?
¿Sabrá con firme pulso
de la severa ley regir el freno;
brillar en torno aceros homicidas
en la dudosa lid verá sereno;
o animoso hará frente al genio altivo
del engreído mando en la tribuna,
aquel que ya en la cuna
durmió al arrullo del cantar lascivo,
que riza el pelo, y se unge, y se atavía
con femenil esmero,
y en indolente ociosidad el día,
o en criminal lujuria pasa entero?
No así trató la triunfadora Roma
las artes de la paz y de la guerra;
antes fió las riendas del estado
a la mano robusta
que tostó el sol y encalleció el arado;
y bajo el techo humoso campesino
los hijos educó, que el conjurado
mundo allanaron al valor latino.


¡Oh! ¡los que afortunados poseedores
habéis nacido de la tierra hermosa,
en que reseña hacer de sus favores,
como para ganaros y atraeros,
quiso Naturaleza bondadosa!
romped el duro encanto
que os tiene entre murallas prisioneros.


El vulgo de las artes laborioso,
el mercader que necesario al lujo
al lujo necesita,
los que anhelando van tras el señuelo
del alto cargo y del honor ruidoso,
la grey de aduladores parasita,
gustosos pueblen ese infecto caos;
el campo es vuestra herencia; en él gozaos.
¿Amáis la libertad? El campo habita,
o allá donde el magnate
entre armados satélites se mueve,
y de la moda, universal señora,
va la razón al triunfal carro atada,
y a la fortuna la insensata plebe,
y el noble al aura popular adora.
¿O la virtud amáis?
¡Ah, que el retiro,
la solitaria calma
en que, juez de sí misma, pasa el alma
a las acciones muestra,
es de la vida la mejor maestra!
¿Buscáis durables goces,
felicidad, cuanta es al hombre dada
y a su terreno asiento, en que vecina
está la risa al llanto, y siempre, ¡ah! siempre
donde halaga la flor, punza la espina?


Id a gozar la suerte campesina;
la regalada paz, que ni rencores
al labrador, ni envidias acibaran;
la cama que mullida le preparan
el contento, el trabajo, el aire puro;
y el sabor de los fáciles manjares,
que dispendiosa gula no le aceda;
y el asilo seguro
de sus patrios hogares
que a la salud y al regocijo hospeda.
El aura respirad de la montaña,
que vuelve al cuerpo laso
el perdido vigor, que a la enojosa
vejez retarda el paso,
y el rostro a la beldad tiñe de rosa.


¿Es allí menos blanda por ventura
de amor la llama, que templó el recato?
¿O menos aficiona la hermosura
que de extranjero ornato
y afeites impostores no se cura?
¿O el corazón escucha indiferente
el lenguaje inocente
que los afectos sin disfraz expresa,
y a la intención ajusta la promesa?
No del espejo al importuno ensayo
la risa se compone, el paso, el gesto;
ni falta allí carmín al rostro honesto
que la modestia y la salud colora,
ni la mirada que lanzó al soslayo
tímido amor, la senda al alma ignora.


¿Esperaréis que forme
más venturosos lazos himeneo,
do el interés barata,
tirano del deseo,
ajena mano y fe por nombre o plata,
que do conforme gusto, edad conforme,
y elección libre, y mutuo ardor los ata?


Allí también deberes
hay que llenar: cerrad, cerrad las hondas
heridas de la guerra; el fértil suelo,
áspero ahora y bravo,
al desacostumbrado yugo torne
del arte humana, y le tribute esclavo.


Del obstrüido estanque y del molino
recuerden ya las aguas el camino;
el intrincado bosque el hacha rompa,
consuma el fuego; abrid en luengas calles
la oscuridad de su infructuosa pompa.


Abrigo den los valles
a la sedienta caña;
la manzana y la pera
en la fresca montaña
el cielo olviden de su madre España;
adorne la ladera
el cafetal; ampare
a la tierna teobroma en la ribera
la sombra maternal de su bucare ;
aquí el vergel, allá la huerta ría...
¿Es ciego error de ilusa fantasía?
Ya dócil a tu voz, agricultura,
nodriza de las gentes, la caterva
servil armada va de corvas hoces.


Mírola ya que invade la espesura
de la floresta opaca; oigo las voces,
siento el rumor confuso; el hierro suena,
los golpes el lejano
eco redobla; gime el ceibo anciano,
que a numerosa tropa
largo tiempo fatiga;
batido de cien hachas, se estremece,
estalla al fin, y rinde el ancha copa.


Huyó la fiera; deja el caro nido,
deja la prole implume
el ave, y otro bosque no sabido
de los humanos va a buscar doliente...
¿Qué miro? Alto torrente
de sonorosa llama
corre, y sobre las áridas rüinas
de la postrada selva se derrama.


El raudo incendio a gran distancia brama,
y el humo en negro remolino sube,
aglomerando nube sobre nube.
Ya de lo que antes era
verdor hermoso y fresca lozanía,
sólo difuntos troncos,
sólo cenizas quedan; monumento
de la lucha mortal, burla del viento.
Mas al vulgo bravío
de las tupidas plantas montaraces,
sucede ya el fructífero plantío
en muestra ufana de ordenadas haces.


Ya ramo a ramo alcanza,
y a los rollizos tallos hurta el día;
ya la primera flor desvuelve el seno,
bello a la vista, alegre a la esperanza;
a la esperanza, que riendo enjuga.
del fatigado agricultor la frente,
y allá a lo lejos el opimo fruto,
y la cosecha apañadora pinta,
que lleva de los campos el tributo,
colmado el cesto, y con la falda en cinta,
y bajo el peso de los largos bienes
con que al colono acude,
hace crujir los vastos almacenes.


¡Buen Dios! no en vano sude,
mas a merced y a compasión te mueva
la gente agricultora
del ecuador, que del desmayo triste
con renovado aliento vuelve ahora,
y tras tanta zozobra, ansia, tumulto,
tantos años de fiera
devastación y militar insulto,
aún más que tu clemencia antigua implora.


Su rústica piedad, pero sincera,
halle a tus ojos gracia; no el risueño
porvenir que las penas le aligera,
cual de dorado sueño
visión falaz, desvanecido llore;
intempestiva lluvia no maltrate
el delicado embrión; el diente impío
de insecto roedor no lo devore;
sañudo vendaval no lo arrebate,
ni agote al árbol el materno jugo
la calorosa sed de largo estío.


Y pues al fin te plugo,
árbitro de la suerte soberano,
que, suelto el cuello de extranjero yugo,
erguiese al cielo el hombre americano,
bendecida de ti se arraigue y medre
su libertad; en el más hondo encierra
de los abismos la malvada guerra,
y el miedo de la espada asoladora
al suspicaz cultivador no arredre
del arte bienhechora,
que las familias nutre y los estados;
la azorada inquietud deje las almas,
deje la triste herrumbre los arados.
Asaz de nuestros padres malhadados
expiamos la bárbara conquista.


¿Cuántas doquier la vista
no asombran erizadas soledades,
do cultos campos fueron, do ciudades?
De muertes, proscripciones,
suplicios, orfandades,
¿quién contará la pavorosa suma?
Saciadas duermen ya de sangre ibera
las sombras de Atahualpa y Moctezuma.


¡Ah! desde el alto asiento,
en que escabel te son alados coros
que velan en pasmado acatamiento
la faz ante la lumbre de tu frente,
(si merece por dicha una mirada
tuya la sin ventura humana gente),
el ángel nos envía,
el ángel de la paz, que al crudo ibero
haga olvidar la antigua tiranía,
y acatar reverente el que a los hombres
sagrado diste, imprescriptible fuero;
que alargar le haga al injuriado hermano,
(¡ensangrentó la asaz!) la diestra inerme;
y si la innata mansedumbre duerme,
la despierte en el pecho americano.


El corazón lozano
que una feliz oscuridad desdeña,
que en el azar sangriento del combate
alborozado late,
y codicioso de poder o fama,
nobles peligros ama;
baldón estime sólo y vituperio
el prez que de la patria no reciba,
la libertad más dulce que el imperio,
y más hermosa que el laurel la oliva.
Ciudadano el soldado,
deponga de la guerra la librea;
el ramo de victoria
colgado al ara de la patria sea,
y sola adorne al mérito la gloria.


De su trïunfo entonces, Patria mía,
verá la paz el suspirado día;
la paz, a cuya vista el mundo llena
alma, serenidad y regocijo;
vuelve alentado el hombre a la faena,
alza el ancla la nave, a las amigas
auras encomendándose animosa,
enjámbrase el taller, hierve el cortijo,
y no basta la hoz a las espigas.
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
alzáis sobre el atónito occidente
de tempranos laureles la cabeza!
honrad el campo, honrad la simple vida
del labrador, y su frugal llaneza.
Así tendrán en vos perpetuamente
la libertad morada,
y freno la ambición, y la ley templo.
Las gentes a la senda
de la inmortalidad, ardua y fragosa,
se animarán, citando vuestro ejemplo.
Lo emulará celosa
vuestra posteridad; y nuevos nombres
añadiendo la fama
a los que ahora aclama,
«hijos son éstos, hijos,
(pregonará a los hombres)
de los que vencedores superaron
de los Andes la cima;
de los que en Boyacá, los que en la arena
de Maipo, y en Junín, y en la campaña
gloriosa de Apurima,
postrar supieron al león de España».

REFERENCIAS

Andrés Bello. (s.f.). Venezuela tuya.com. Disponible: http://www.venezuelatuya.com/biografias/bello.htm. (Consulta: 23/07/11).


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Montes, R.M. (2010. Diciembre, 7). Breve reseña de las tendencias literarias. En Literatura General (Blog en Línea). Disponible: http://literaturageneralutem.blogspot.com/ (Consulta: 18/08/11).

Vásquez, M. (2010. Octubre, 3). Pensamiento y obra de Andrés Bello. En: Las letras que queremos hoy (Blog en línea). Disponible: http://mireyavasquez.blogspot.com/2010/10/pensamiento-y-obra-de-andres-bello.html. (Consulta: 18=08/11).